martes, noviembre 15, 2005

Las Mujeres Embrujadas de Esperanza (parte #7)




"Según cuenta la historia, un día conoció a una muchacha, y con solo un beso en la mejilla calló en coma, y cuando despertó, hablaba todas las palabras al revez, nadie le entendía(...)"




¿Quién era Lucrecia Borgia?, Andrés se preguntaba. Después de leer las cartas siguió con la búsqueda pero no encontró a simple vista nada que relacionado con Lucrecia. Su abuela, había muerto hace muchos años, de una enfermedad extrañísima que hacia que las personas se rascaran mucho la cabeza, dejaran de comer, y atentaran con la vida de sus cónyuges. Nadie supo como ni porque le había dado esa enfermedad. El abuelo en esos tiempos, le contaba su mamá, había partido hacia un pueblo muy lejano, donde solo se podía llegar a caballo dentro de la montaña, el decía: “Carmen está muy loca y se imagina muchas cosas, a veces, me reclama cosas extrañísimas y me quiere matar, me voy, me voy por un tiempo”. No podía ser la abuela, por lo que decidió preguntarle a su mamá cuando era más sincera, mientras cocinaba.

_Mamá, quería preguntarle algo del abuelo, Dijo Andrés.
_Que será, decime, Dijo la Mamá.
_¿Usted vio lo que tenía en el pecho?, dijo Andrés.
_Si, el tatuaje, supongo que tienes curiosidad de saber quien es Lucrecia Borgia, ya que mi mamá se llama Carmen, y no Lucrecia, ¿verdad?, Dijo la Mamá.
_Si, tengo curiosidad. ¿Usted conoce a Lucrecia Borgia?, Dijo Andrés.
_No se quien es, cuando mamá murió, el llego con de su viaje con eso en el pecho. El decía: “Es un espíritu que me protege de las enfermedades, me lo puso un medico brujo”, pero yo nunca me trague ese cuento, era otra, yo se que si. Dijo la Mamá.
_Mamá, donde queda ese pueblo donde iba el abuelo, Dijo Andrés.
_No se, pero talvez Alberto, su amigo, sepa donde queda, Dijo la Mamá.

Andrés vio el dolor de su madre al contar la historia, y decidió para de preguntar. Tenía una mirada perdida y penetrante, provocada por el dolor nostálgico de los recuerdos de su madre. Alberto era un viejo de alrededor 90 años, que vivía en el asilo de loco de la capital. Según cuenta la historia, un día conoció a una muchacha, y con solo un beso en la mejilla calló en coma, y cuando despertó, hablaba todas las palabras al revez, nadie le entendía, en cualquier momento se le iban “los fuses”, caía repentinamente y empezaba a hablar al derecho. Los médicos tuvieron que amarar varias almohadas en la espalda y el pecho, para una eventual caía, ya que el hombre detestaba las sillas de ruedas. Andrés emprendió el viaje al Capui, el asilo de locos, pero no sabía lo que le esperaba.

El plan tenía dos propósitos generales, uno, mantener su extranjero, dos, lujuriar a placer sin alterar el punto uno. Se presenta el primer inconveniente para el diseño del plan, tiene que evitar que su amante no caiga en las garras del embrujo.
Eran días de noviembre, cuando la lluvia cae, y el frío abunda, esos días melancólicos para cualquier enfermo mental. El extranjero estaba en lo suyo, que prácticamente era lo de ella, pero ya sentía venir el pavor de los días festivos. Contrariamente para Juana, estos días eran ideales para implementar su plan, ya que, en Esperanza arriban cardúmenes de extranjeros de todos los colores y sabores.
Ese martes maldito se sentó sola en el escritorio de su apartamento, a saborear con su mente perversa, los cuerpos de hombres, mientras él, veía las estrellas desde su casa, pensando en ella, en los momentos pasados, en Esperanza, aquellos días que la probó por primera vez. El plan tenía dos grandes secciones, una dedicada exclusivamente al extranjero, con una sección de excusas, todas verdaderamente válidas, para escapadas nocturnas, y una sección de palabrerías mañaneras con el fin de justificar lo anterior. El día estaba tan feliz que pudo captar unas verdaderamente asombrosas, que más bien hacia sentir culpable al extranjero por dudar por un instante. Eran perfectas. La segunda sección eran protocolos de cotejo, según el perfil de la victima. Estos protocolos eran muy generales, al final de estos, como aplicarlos en bailes, las bibliotecas, en los buses, piscinas, viajes, y un sin número de lugares increíbles, como por ejemplo una procesión religiosa de semana santa. Ella sabía que el documento era verdaderamente peligroso en las manos de cualquier hombre, por lo que decidió guardarlo celosamente de sus mejores amigas, familiares, y más aun del extranjero y cualquiera de este genero.
Tenía que resolver el asunto del enamoramiento (Apéndice I), por lo que en esos últimos días universitarios empezó a probar dosis, con los siguientes resultados:

  • Dos gotas de rocío de rosas: miradas de reojo con sonrisas esporádicas.
  • Tres gotas de rocío de rosas: miradas penetrantes con alteración del sistema locomotor.
  • Cuatro gotas de rocío de rosas: presentaciones aleatorias alegando conocerla y, en algunos casos, declaraciones de amor incondicional (y en casos extremos proposiciones de matrimonio).
  • Cinco gotas de rocío de rosas: penosos actos de locura (como por ejemplo, arrodillamientos callejeros, persecución, etc.).

Ella escogió aplicar la dosis dos y tres (tres y cuatro gotas) según la lejanía del extranjero, la cantidad de personas conocidas, y lo guapo que esté el muchacho. Veamos la formula aplicada en el siguiente ejemplo:
  • Lugar: Esperanza.
  • Cantidad de personas conocidas: 5.
  • Guapez del muchacho (del 1 al 10): 9.
El lugar está bastante largo, en caso de que el extranjero se quede en casa, la cantidad de personas conocidas es medianamente aceptable, por último el muchacho esta bastante bueno para ella, por lo que decide aplicarse cuatro gotas de rocío. En algunas situaciones sale con dos gotas puestas, por lo que de emergencia, acude al baño y aplica dos gotas más.
Todo estaba listo, duró en la redacción, una semana y dos días, más que todo por las pruebas de campo, pero tenía que ponerlo en práctica, por lo que dejo varios trabajos de fin de semana, para acudir a aplicarlo ese fin de semana, en Esperanza, ya que Diana avisó que había llegado una cardumen de Españoles y Italianos, y se oía que había fiesta de bienvenida. Tenía que cerciorarse antes de ponerlo en práctica ese fin de año. Salió el viernes, apresuradamente, después de clases, y tomó los cuatro buses para llegar a Esperanza. Cuando llegó a Esperanza la esperaba Diana, y otras amigas.

Continuará...

Pablo Andrés Quirós Solís
Martes 15 de noviembre del 2005

1 comentario:

Anónimo dijo...

te leí en público, muy buenos tus relatos.

saludos.


Cloé