La menor cuidaba de todas. Suena el teléfono. Es Raúl, “que hace más tarde”. La mayor pensaba que los celulares son como cadenas mentales, los necesitas para saber que tienes todos tus amigos a siete números de distancia, y un botón verde. Pero nunca los llamas, es una soledad autoconspirativa. Para Jimena es andar de la mano con nadie. Para Luis, un contador de llamadas nunca recibidas. Para Luis Manuel, el compañero de cuarto, un emisor/receptor de señales.
En ese día en San José, hacia como diciembre en octubre. Era como Cartago en la tarde. El mundo nos demostraba que eramos capaces de cambiar el clima, y de provocar desordenes ambientales, lluvias cataclismicas inesperadas, temblores sorpresivos, cosas asustantes. Lo bonito es que el frío hace que los abrazos sean mas largos, en una época en la cual más bien hay que separase para no sentir ese calor pegajoso, la ropa pegada asquerosamente. Llovía cuando daba la gana. Acá somos expertos en sombrillas de todas maneras, como los esquimales con el color blanco.
Ese día se iban a conocer los labios LM y R, gracias al clima, al mae de Cartago y la combinación de colores de vida. El mae de Cartucho cumplía años, y LM había recibido su primera birra del retorno en manos de la hermana del mae de Cartago en casa de él, y R y el mae de Cartago se conocían por medio de un mae ahí, adicto a las flores, que enredo en fin. Pero todo eso era cierto, los humanos tenemos historias complicadas.
Fue totalmente aleatorio y probabilístico a la vez. LM no quería ir al cumpleaños del mae de Cartago, y Jimena y el mae, se cansaron del lugar de encuentro. El lugar X, no quedaba demasiado lejos, unas cuantas cuadras. Cuando llegó la hora, ya LM no quería ir. Gabriel, el más grande, acompañaba a LM en su desdicha aconsejándolo con historias de amores colegiales, pero LM estaba como para historias de infidelidades, de pasiones temporales anti-dolor. Ella estaba ahí, al otro lado de la acera, se veía un poco borrosa en los ojos de LM, y no por el alcohol, sino por defectos de fábrica. Fue raro, habla LM de R con G, y de repente un espectro de ella estaba ahí, a menos de 10 metros de distancia. LM no traía anteojos. Estaba sentando en la mesa más afuera del bar, con la vista hacia afuera, mientras que Gabriel veía hacia dentro, frente a frente. Inmediatamente LM solicitó a G corroborar su alucinación: “Y mae, es J!!!!!” respondió. Efectivamente era ella. En ese momento LM empezó a idear cualquier tipo de plan posible, tenía que hablarle. Al mismo tiempo todos sus movimientos se hicieron conscientes, el codo en la mesa, no ver demasiado, ver de vez en cuando, pedir otra cerveza, etc, etc, etc, es decir, actuar “normal”.
Horas antes, LM había confesado a L como se obsesionaba de J. Casi nunca pasaba eso, los golpes de la vida habían hecho lo suyo, herméticamente cerrado, solo tenia sentimientos para su madre querida. Pasó una vez antes con el “trato alemán”, un compromiso de colegiales por hacer libres sus deseos, que en ese caso era seudo-amor, soledad familiar, en los tiempos que se puede enamorar de cualquiera que toque sus partes personales. Ambos lo cumplieron meses antes de salir del colegio. Después de tantos años de pensar que enamorarse es una debilidad de las ganas de vivir y de auto-conspirarse, volvió a sentir ese no se qué, cuando en las playas del caribe la vio de perfil sin decir nada, en el silencio intimo de verla solo, sin nadie, sin R y Dana, sin nadie, con esa nostalgia que solo puede dar las playas en donde los pulperos son alemanas locas, y andan los italianos vendiendo pan en bicicleta como si hubieran nacido por error de cigueñas drogadas.
Tocarse los labios suena súper simple, pero es complicado llegar a un acuerdo en planos sociales, así lo pensaba LM. Para R, el “pro” era solo un simple paso para tener sexo, tan simple como un mensaje de texto, correo electrónico, voz suave en el oído, en fin, ese mae era un experto y rompía corazones a placer. LM tenía su historia de amores contrariados, pero es de esos que nacieron con el corazón por fuera, expuesto, sincero, dañado con los años.
Esta forma dual de ser, “experimentado” y susceptible hacia del encuentro, de las probabilidades de los labios juntos, un momento difícil, estratégico, de valor y de cálculos matemáticos.
Ella tenía una forma de reír, que hacia felices a los muertos. Cuando se escuchaba a través de las paredes, los vecinos reían sin saber porqué, como un sumo de mariguana que atraviesa las paredes. Cuando la miras a los ojos, el color claro café de los ojos, los detalles de verlos a cuatro centímetros y luego a veinte, hace un espejo de los temores internos del que los mira. Osea, tenía lo suyo, y LM adicto a toda cosa posible, se inyectaba de esa imagen que sonríe. En ese instante los ojos endiablados penetraban en los de LM como un balde de agua fría. Dos Pilsen más, y otras dos veinte minutos después. En ese momento, J descendía su pie a la calle, en rumbo al mismo bar de LM. Mientras el pie tocaba el piso decía en voz de ventrílocuo a G, “mae viene J para acá, simulación clase A”.
En ese momento, como en todos en donde la piel cambia, suda y la incoherencia tiene la forma de una conversación trivial, hasta entretenida, los labios estaban a dos metros de distancia. Los ojos, por estar al frente de la cara y al norte de la boca, envía señales por medio de una conectores especiales que todos los humanos tenemos que unen el deseo, los labios y los ojos a través de unos nervios que conectan la boca, y los ojos. La nariz, por estar en medio, solo ayuda en labores exploratorias. Obviamente estos deseos e impulsos se activan solamente cuando se encuentra a una distancia considerable entre los ojos y las dos bocas. Es imposible activarlos por medio del teléfono o la realidad virtual.
Era probabilidades de poker, se hace una apuesta según su juego, y las probabilidades podrían cambiar según el juego de las otras personas, es decir, es imposible saber el total de las probabilidades, a no ser que se haga trampa enviando mensajes subliminales con amigos de los dos. En esto fue claro LM con R, solo sabía que le gustaba.
Ese incomodo momento generaba a la vez una nube de dudas en la cabeza de J. Las conversaciones parecían normales, se entrelazaban las frases perfectamente, y las habladas eran bien equilibradas, todos contribuían a formar un todo coherente. El alcohol surgía efecto y la necesidad de irse era inminente. Cuando se desató un silencio de varios segundos, lo que significaba en todos la necesidad de cambiar, de irse de lugar de suertes, y olores a cucarachas aplastadas, las fuerzas dadas por la adrenalina de probar suerte de las probabilidades pre-calculadas LM dice: “vamos a mi casa por un zarpe”. De alguna forma el mae de Cartago dice “si” sin vacilar, al igual de J. Para G, era solo el protocolo de día de tomatinga, un millón de birras es equivalente a dormir en el sillón sin cobijas, con el despertador natural del sol de las 7 de la mañana.
La química estaba más evolucionada en LM, algo que según la coordinación puede o no afectar el momento de los labios juntos. Ese momento que después del tiempo se vuelve aburrido, tiene un valor potencia que puede o ser el inicio de una continuidad relacional, de sexo, caricias, mandados y favores que tienen que ser bastantes innovadores para no caer en el aburrimiento milenario de la familia.
Para poder llegar a una grado “afectable” que permitiera que la mano que va detrás de las orejas y el aliento nuevo funcionara, tenía que hacer fluir ese químico dentro de J. Depende de cada quien, de sus historias y las estructuras que envuelven esos recuerdos sabores y colores que hacen que que esa sinapsis cerebral provoque la generación de esa sustancia, o bien se la inyecta por medio de miles de chocolates, canciones suicidades como “incluso en estos tiempos”, activadores de nostalgias humanas.
La familia, los esposos, hijos, trabajos, sueños de supervivencia en la mayoría, e imágenes de vida extraña, vida imposible de televisión rondaba como olor de caño apestoso. Tenía que medir las palabras, las historias compatibles. Como el más farsante adivinador del futuro.
Los cálculos son fáciles porque son objetos imaginarios, los ojos, la boca, el corazón, las arrugas de los años, las marcas de la vida en uno, se comparten a la vista. Es un lienzo nunca terminado, donde borras, sobrepones, tiras pinturas color melancolía, nostalgia, amores contrariados, corazones rotos, victorias épicas, en fin, cabe todo.
El lienzo de LM Y J eran similares, compartían colores de guerra. En una esquina del de LM había un árbol solitario color dolor numero 2, con manzanas tiradas en el suelo, pudriéndose, pero como saliéndose del cuadro, no era lo central, lo central era una batalla sangrienta de doscientos años atrás, que no termina de pintarse. Cada vez que leía uno de Roque, o de Macondo, aparecía un cronopio verde, pintado sobre esos aburridos burócratas grises, que empujaban al ejercito cuadrado, de números, y bancos. El de J, era parecido en las cosas secundarias, las que tiende a salir, en fin, lo de fondo, lo que tiende a irse al “background”. En la esquina 32, las redondas, se ven teléfonos público descolgados, en donde salen sangres de palabras que forman un charco maso menos doloroso, de color dolor también, pero numero 20, un poco más vivo, se ve la pintura fresca en ciertos contornos. Lo central tiende a interpretarse un sentimiento de pureza, como de cuando la mamá de uno hace cosas macabras con un corazón puro, sincero, lleno de buenas intenciones. Pero como que se abre del centro hacia afuera, dejando libre, para la pintura de la vida, espacio para escribir el futuro.
Los expertos en leer cuadros, son tan aburridos como los que no saben ni leerlos, no hay juego para la interpretación, lo mágico desaparece. Estaban en esa etapa de verse los cuadros. A LM le fascinaba tanto como “el hombre en la encrucijada” de Rivera. Delante, dentro y sobre el cuadro, estaba ella, asumiéndose como ser humano tras de todo, reflejado en lo que uno arrastra el tiempo, y los pedazos de pintura que va quedando sobre el suelo del olvido. Lo boca, esa boca deliciosa, se reflejaba en los ojos de LM, mientras por dentro la sabroseaba, labios carnosos, de los que dan ganas de morderlos para extraer el sabor a respiración ajena. En esos instantes, se sabia que el momento estaba por ocurrir, por las estupideces de LM, el acercamiento atrevido, las palabras poco medidas, atrevidas, malintencionadas en el buen sentido de la estupidez inocente.
Los ojos actuaban como imanes, que incrementaban su poder según las palabras atrevidas. Historias fantásticas, imposibles, de como se volvió loco por supuestas trivialidades, que de alguna forma mágica hacían producir esos efectos, esa droga del amor imposible. Los lienzos se tocaron, se conocieron sus respiraciones, se conocieron las manos en cada espalda, mientras se desfiguraba las pinturas que chocan frente a frente, se intercambiaron colores de vidas, se conocieron los cuerpos con ropa esa noche.
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