Decidí tirarme a la suerte del viento,
entre el smog y la lluvia ácida,
caído, coroido, reusado, olor añejo.
Las filas interminables de autos solitarios,
cada uno pensativo en el ronroneo del motor,
penetran al centro, siguiendo los bancos,
las tiendas del crédito infinito.
El viento me lleva, me trae, me tira,
me escupe, me acaricía,
me restriega la cara al pavimento.
Yo me aferro, con libros,
canciones, amores libres,
cartas de amor de mis amigos del mundo.
Deseando tener 300 años,
para el ver libro nunca escrito,
en donde los humanos,
querian ser humanos.
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