(para una hermana centroamericana)
Al lado del charco con tiburones una china florece con ron de Galeón.
Pararon los pinos, y la columna vertebral quedó partida por tu sonrisa.
En San José nacieron montañas para verte, tomarte en un trago amargo, hermano.
Acá estamos asustados de la insolencia revoltosa del viento ajeno,
de la vida en sangre combativa, que recorrió ríos de campesinos pobres.
Yo estoy esperando en la idea de tomar dos fronteras de la mano y besarlas.
De ver el horizonte a través de las montañas, y ver por debajo de tu falda.
Te beso el cuello, he imagino fusiles para bajar mangos, con ese olor a mordisco carnoso.
La madrugada me sorprende con un mismo lenguaje, te veo sentada en la nada,
en la confusión de buscar compañía sentada en la nube llorosa de invierno.
Yo, estando en la idea de practicar verdades me veo descubierto con tu pecho desnudo,
con tu belleza ajena de frío capitalino, te toco con mi piel bastarda.