Los tortuosos días venideros eran necesarios. Ellos desesperados por pasar, hacían que la conciencia de Andrés los apreciara con todos sus detalles. Nunca los había visto así. Despertar, ver el horizonte, tener conciencia sobre él, y sobre la presencia en su pecho, porque también recordó que el cuerpo refleja las aflicciones de su sutil demencia. ¡No más! Gritaba con ganas de dejar esa nostalgia. El caminar melancólico hacia que sus conocidos reconocieran al instante lo que su cáscara abatida ocultaba. Ya no te espero… era lo que salía de su boca, porque lo que sale de la boca usualmente tiene razón en esos días, pero por dentro decía, ven, ven, te perdono, perdóname (!). La tarea de reconocimiento seguía en marcha. Pero cada vez que encontraba explicación razonable sentía un miedo pavoroso. ¡Ese no soy yo, no puede ser! No podía creer su naturaleza. Tenia que tener valor para no caer en esas garras adictivas.
Como todas las mujeres Juana Viale tenia su propio extranjero. Ella lo hacia a su antojo, aparentando sumisión dócil. En esos días de partida, se dio cuenta que dejaría de ser nativa para ser otra extranjera. Eso la perturbaba, ya que no tenía sus consejeras más viejas en el arte. No sabia, tampoco, que pasaría con el rocío mañanero y su cutis liso de semilla de aguacate. Por otro lado, su extranjero, al darse cuenta de esta decisión no sabía que hacer. Lo desesperación masoquista perturbaba su sueño. Me voy con ella. Resolvió irse con ella, no podía concebir que Juana Viale se fuera sin él.
Con el pasar del tiempo Andrés empezó a vivir. Él como gallo herido se negaba a dejar la batalla, y con sus espuelas tirado en el suelo se hacia el muerto mientras esperaba un movimiento confiado para meter la espuela izquierda en el pecho de su oponente para poder saborear el corazón chorreante y picotearlo hasta despedazarlo, bebiendo esa sangre maldita. Los días pasaban y ese gallo de pelea empezaba su transformación normal a perro domesticado, de esos que lamen a todos por parejo. Su corazón no era tan malvado como él deseaba que fuese, solo en momentos nostálgicos por insistencia, eso que realmente no son planeados. Ahí iba, más tranquilo que anteayer, pero no más que ayer.
El extranjero estaba seguro. Juana no. Él estaba seguro de que necesitaba esa droga, y como buen adicto la quería llevar siempre consigo, porque da miedo no tenerla cerca. Juana al darse cuenta de la actitud del extranjero sintió felicidad, pero tenía que estar preparada para el viaje. En los dos meses que faltaban para el viaje salía media hora antes de las cinco para recoger un poco de rocío, había inventado una especie de embudo de más o menos tres metros y dos centímetros de largo, y como medio metro y tres milímetros de ancho que tenían una manguera de cinco metros que llegaba hasta el galón usado, la manguera era necesaria ya que lo ponía en la copa de un árbol de guayaba, para recoger un poco de sereno más concentrado de lo normal, para poderlo mezclar con agua. Recogía cinco para las cinco lo que tuviera el galón, y lo traspasaba a otro que tenia escondido debajo de la cama, y simulaba llegar donde se reunían las amigas como recién escapada. Había hecho sus cálculos, recogía diez y seis gotas por día, por cada gota podía mezclar seis gotas de agua, si no, no quedaba tan bella, entonces eran novecientos sesenta gotas de la pura más trescientos sesenta gotas de agua en los dos meses que le faltan. Lo suficiente para poder estar bella en la ciudad. Además, había que descontar los día que volvía a casa, usualmente los fines de semana, donde recibía su tratamiento de la forma tradicional.
Los lunes eran duros. Como cuando se empieza todo, los lunes no eran la excepción. Tenia todo el plan hecho, pero los planes se hacen para darse cuenta de que no sirven para nada, el plan es irrespetar el plan. El disque plan tenían bases básicas, estaban basadas en reglas utilizadas a lo largo de la historia (o desde que existe el amor). Estas son:
2. No llamar a nadie que tenga que ver con ella.
3. No tener cerca nada de ella (incluidos artefactos de uso común, fotografías, familiares, etc.).
4. No oír música suicida (según interpretación personal según la historia o personalidad de su ex pareja).
5. No frecuentar lugares gastados por el uso y abuso (o lugares de encuentros amorosos varios).
6. Buscar los amigos que puedan soportar el despecho (algunos no lo soportan, más bien se unen, PELIGRO con estos).
7. Salir a todo lado cuando la ocasión se presente.
8. Abuso de sustancia que alteren la conciencia (OJO: Solo usar en casos extremos).
El plan tenía un problema fundamental, y por eso el irrespeto. No soluciona nada, tan solo lo maquilla. Aunque la soledad se vista de ceda, el loco sigue adentro. Aquí se dio cuenta que realmente el amor no es eso que sale en las novelas, revistas y medios varios. Es una cosa extraña.
Llegaban los días de partida en Esperanza. Juana Viale, ahora con su reserva, estaba más tranquila, no quería que el extranjero pudiera dejarla por fea. El extranjero estaba ilusionado, quería que sus amigos, que había dejado de llamar en un año, vieran a su diosa personal, como un chiquillo rajón. Ella había empacado como dos kilómetros de ropa (si se amarran una a una), y en medio de ella, junto a la ropa interior, la botella que la mantenía segura, la de rocío de rosas. Muchas mujeres que se levantaban tarde intentaron fabricar esa poción pero tan solo podían suavizar la piel, no las hacia bonitas. Habían muchas teorías sobre el asunto, unas decían que la era las lagrimas de la virgen, otras pensaban que era que Dios salía a correr en las mañanas por ahí y el vapor del sudor era el rocío, las más revolucionarias pensaban que era un proyecto de la CIA para fabricar emigrantes que trabajen en burdeles.
Viernes 30 de septiembre de 2005